Dies Irae + Consummatum est, de César Pérez Gellida

08 diciembre 2014

Ver argumento y ficha técnica aquí.

Leer con avidez y, sin embargo, desear alargar la llegada del desenlace. Esa sensación. Confieso que durante varias semanas, días y horas he sido adicta a la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne y, como tal, la interrupción del consumo de esta joya literaria ha dado paso al síndrome de abstintencia. Estoy ansiosa, necesito más entregas. No es de extrañar, la obra de César Pérez Gellida deja huella.

Memento Mori dejó el listón excesivamente alto, tanto que era casi impensable la posiblidad de superarlo pero lo consigue manteniéndonos pegados a las páginas gracias a su ritmo trepidante, a la abundancia de diálogos y a los continuos giros argumentales que introduce. Especialmente en Consummatum est, donde apenas da tiempo a recuperar la respiración cuando otra sorpresa nos sacude. Una lectura más frenética que la anterior, posiblemente también favorecido por el inminente desenlace. Aunque también es cierto que en Dies Irae hay una gran revelación que lo cambia todo, de la cual bien sospechaba, pero bajo mi punto de vista hay mayor complejidad e invita a leerlo de una forma más pausada.

Los personajes principales no pierden fuerza, al contrario, Gellida continúa construyendo los perfiles ahondando en sus respectivos pasados, en sus mentes, en sus entornos y relaciones con los otros. En consecuencia, podemos observar cómo crecen y evolucionan mientras hacen frente a los obstáculos impuestos. No puedo más que aplaudir el dibujo que ha realizado de ellos: son cercanos, imperfectos y tan espontáneos como naturales y reales.
De este modo, seguimos moviendo ficha con Ramiro pero Carapocha y su hija Erika cobran más protagonismo si cabe en Dies Irae. También encontramos nuevas incorporaciones como es el caso de la inspectora jefe Gracia Galo de Trieste o del comisario de policia Ólafur Olaffson, de Reykjavík, entre otros.

Así, Valladolid deja de ser el enclave principal y recorremos diversos escenarios entre los que destacan Trieste y Belgrado. Por otro lado, debo insistir una vez más en la gran labor de documentación que se desprende en toda la trilogía. Es admirable como el autor ha hilvanado los diferentes ingredientes que mezclan ficción y realidad, agrupando gran disparidad de ciencias y profesiones en materia de Psicología criminal, Historia - destaca la reflexión sobre los crímenes cometidos en la Guerra de los Balcanes- , Literatura, el modus operandi de la Policia científica y un largo etcétera. 

Siguen muy presentes la música y la poesía que permanecen en sintonía con los sucesos e imprimen a la obra un carácter original y propio. Muse, Love of Lesbian, Depeche Mode son algunos de los grupos elegidos para poner banda sonora a la historia. También las citas en latín a manos de Augusto y, por supuesto, la cosecha de refranes de Ramiro. Y cómo no, su expresión favorita: ¡hay que joderse!

Por último y no menos importante, me ha parecido sublíme el retrato mostrado de la mente criminal. A pesar de sus crueles y atroces hazañas, lo más chocante es que echaré en falta a Agusto. Mérito sin duda alguna de César que, después de analizar todos los recobecos de su mente y acompañarlo en su largo viaje, logra ganarse al lector con su antogonista.

En definitiva, César Pérez Gellida se gana con creces su lugar en la novela negra con un estilo depurado, personal e inteligente. No me extraña el éxito cosechado: rompe con la creencia de que segundas y terceras partes nunca fueron buenas y lo hace con un ritmo vertiginoso que va in crescendo, manteniendo el interés y la tensión hasta el final. Un debut excelente y repleto de potencial. Cuesta decir adiós pero, si mal no tengo entendido, en 2015 habrá novedades del autor. A la espera estoy.