La conveniencia (o no) de los propósitos literarios

15 enero 2014



Qué agotador resulta empezar año nuevo. Reiniciamos el contador del tiempo y borramos lo pasado, pero antes tomamos consciencia sobre aquello que queremos cambiar o mejorar. Entonces lo transformamos en firmes propósitos y, ¡voilà!, hacemos uso de nuestra voluntad, energía y optimismo renovados para cumplirlos. Esa es la teoría, porque para entonces estamos tan cansados, agobiados y arrepentidos de haberlo siquiera pensado que la mayoría opta por olvidar su existencia.

En el mundo literario sucede lo mismo. Estos días la blogosfera es un fiel reflejo de este aturullo de buenas intenciones, si bien para darle más emoción se enmascaran bajo el nombre de retos o desafíos. Con esta idea, hacemos memoria de los libros sin leer abandonados en la estantería, de los excelentes autores por descubrir y/o de los clásicos imprescindibles que faltan por tachar de la lista de pendientes.
Me gusta pensar que son más asequibles y placenteros que los primeros, no deja de ser una afición voluntaria, aunque en determinadas ocasiones pueden resultar una imposición. En cualquier caso, pienso que supone un buen momento para hacer balance de nuestra evolución como lectores y reconducir nuestros pasos.

Al igual que el año anterior no me propondré ninguna meta numérica ni ningún reto concreto a seguir, sin embargo, sí espero poder seguir un propósito literario muy claro: disfrutar de la lectura, a mi ritmo y sin presiones. Lea un libro, cincuenta o cien. También es una declaración de intenciones que resulta indispensable para volver a colaborar en HS, puesto que en un momento determinado se convirtió en una obligación. Por tanto, cuando tenga algo que contar u opinar… aquí estaré, junto a Maribel, sin calendarios.

Y vosotros, ¿tenéis algún propósito literario para este 2014?  ¿Creéis que son convenientes o, por el contrario, os resultan una molesta atadura?