Contigo escucho las estrellas

13 mayo 2011



Contigo escucho las estrellas 
Autor: Linda Gillard
Título original: Star Gazing
Editorial: Plaza&Janés, Narrativa Femenina / Mayo 2010
ISBN: 9788401383014
Género: Narrativa
Ciega de nacimiento, viuda al cumplir los veinte y ahora, a los cuarenta, sola. Marianne Fraser lleva una vida elegante y en el anonimato en Edimburgo con su hermana Luisa, una novelista de éxito. La naturaleza apasionada de Marianne encuentra consuelo y uno modo de expresarse en la música, una pasión que resulta que comparte con Keir, un hombre al que encuentra en su puerta.
Marianne ya se ha encontrado a un buen número de hombres que se sienten atraídos por ella debido a que desean rescatarla, pero Keir no hace concesiones a causa de su condición. Es un hombre brusco hasta rayar la grosería y, sin embargo, se muestra extrañamente amable. Pero ¿podrá Marianne confiar en sus sentimientos por aquel solitario desconocido que desea llevarse consigo a una mujer ciega a su casa en la isla de Skye para mostrarle las estrellas?
Contigo escucho las estrellas es una novela diferente con un formato diferente e intensa porque nos adentramos en el mundo de una invidente, su percepción, sus limitaciones y los obstáculos a los que tiene que enfrentarse, entre ellos, enamorarse.
Supongo que tal vez habría manejado mejor la situación si no hubiese pasado tanto tiempo desde la última vez que había manejado a un hombre. Es en momentos como ese cuando realmente echo de menos unos ojos que funcionen, unos ojos que imagino que pueden emitir las señales de tus sentimientos, unos ojos capaces de invitar, de rechazar, de permitir, de prohibir, independientemente de las palabras que una se ve obligada a pronunciar con arreglo a las formas y el saber estar…
Marianne es ciega de nacimiento, su mundo se limita a lo que sus manos pueden tocar, sus oídos percibir; los colores tienen aromas ya que nunca los ha visto y la música es lo que más la acerca a lo que su mente no puede abarcar como un atardecer, un cielo estrellado o una aurora boreal. Se enfrente día a día a un mundo que no está pensado para ella, hasta el lenguaje más coloquial le recuerda su ceguera con cierta ironía. ¿Quién no ha dicho?: ¡Me alegro de verte! Esa sencilla frase no se puede aplicarr a Marianne.
La música me proporciona cierta idea de lo que puede ser un paisaje. La magnitud de la música de orquesta, su volumen y su detalle permiten que entre en contacto con algo mucho más grande que yo y que transcienda mis limitaciones personales, ese mundo que experimento con las puntas de mis dedos o con mi bastón. La música me cuenta que hay un mundo más vasto, y qué apariencia puede tener.
Y por si fuera poco, ha perdido mucho a lo largo de los años, con 45 años ha dejado de soñar, se conforma con vivir con su hermana Louise y disfrutar de la música clásica, su ventana al mundo exterior, de los árboles que puede acariciar y de la lluvia que le da dimensiones a lo que la rodea. Hasta que un día conoce a Keir, un hombre misterioso, tan misterioso que llega a dudar de su existencia, podría ser fruto de su imaginación ya que nada más que ella puede hablar con él y ni siquiera le ha visto.
-Si el color de tu pelo fuera un olor, ¿qué olor sería?
-Una maniobra diletante impresionante. ¿Un olor para un color? Esa sí que es difícil. Es de un castaño oscuro y se me pone un poco rojizo en verano.
-Eso no me sirve de nada. Necesito olores.
-Nueces. Nueces al partirlas para comerlas en Navidad.
-¿Y tus ojos?
-¿Cuál? ¿El azul o el verde?
-El azul.
Se queda en silencio un momento y luego dice:
-Enebro.
-¿Y el verde?
-El olor a… hojas de otoño. El ocaso. Ese olor a noviembre. El olor a humo de chimenea.
-¡Qué maravilla! Se te da muy bien este juego: ahora sí puedo verte. No eres ningún conejo, para nada. Ni siquiera un oso. –Vuelve a extender la mano, le apoya la palma en el pecho y la deja allí-. Eres un árbol.
Pero Keir es de carne y hueso, un hombre peculiar, solitario, ecologista convencido, algo brusco, con su propio tormento. Y algo en Marianne despierta en él algo diferente: quiere ser sus ojos, explicarle lo que la rodea, hacerla participe del mundo que no puede admirar.
-Keir es ambas cosas. Es un erudito. Un geólogo al que le interesa la zoología, la astronomía y la música. Nunca lo admitiría, pero es una especia de poeta, creo. Es un gigante bueno. Y solitario, sospecho. Se considera una especie de inadaptado. Es un hombre extremadamente sensible que trabaja en un mundo poblado por tipos duros y estoicos. Creo que hay dos Keir y que los dos los mantiene cuidadosamente compartimentados.
La narrativa es original porque pasamos de la tercera persona, narrando la historia en general, a la primera persona, adentrándonos en los pensamientos más íntimos de Marianne y de su hermana Louise. No entiendo por qué la autora no ha hecho lo mismo con Keir. Creo que es un personaje un poco olvidado. Ya sé que Marianne es la protagonista indiscutible y el testimonio de Louise es como ver la historia contada por un espectador no muy parcial, pero he echado en falta conocer un poco más al protagonista porque es misterioso, incluso rudo, pero con una sensibilidad escondida que tan solo deja salir a la superficie cuando está con Marianne, sin caer en la sensiblería. Me habría encantado entrar en su mente, entender un poco mejor sus miedos, sus dudas, el reto de amar a Marianne, que no es un personaje del todo desvalido porque es una gruñona como él mismo le dice.
-Keir, ¿por qué no dejas de comportarte como un personaje salido de una novela de Jane Austen?
-¿Por qué?
-Porque haces que me sienta como un personaje salido de una novela de Jane Austen.
-¿Y eso es malo?
-Sí.
Los personajes segundarios son Louise y Garth y son geniales. Ella escribe novelas de vampiros y él es gótico, su webmarter, secretario y lo que se tercie. Aportan frescura a la historia que tiene sus momentos tristes o dolorosos.
El estilo es muy directo, apenas hay descripciones, mucho diálogos y también he echado en falta, en esa narrativa en tercera persona, algo más de acercamiento, más interacción física entre los protagonistas, no necesariamente romántica, pero si afectiva, emocional.
Con todo Contigo escucho las estrella me ha gustado mucho, he disfrutado de cada momento, incluso se me ha hecho corta y me habría alegrado leer unas cuantas páginas más porque no quería despedirme de Marianne y Keir.


Que el camino venga a tu encuentro.

Que el viento sople siempre a tu espalda.

Que el sol ilumine siempre tu rostro.
Y la lluvia caiga suavemente en tu campo,
y hasta que volvamos a vernos…
que Dios te guarde en la palma de su mano.