Una casa llena de palabras de Eleanor Brown

11 abril 2012


Una casa llena de palabras
Eleanor Brown
Título original: The weird sisthers
Editorial: Roca Editorial / 20 Febrero 2012
ISBN: 978-84-9918-409-8
Género: Narrativa 

Las tres hermanas Andreas crecieron rodeadas de libros y en especial de la literatura de William Shakespeare. El lema de su familia podría perfectamente ser “no hay problema que no se pueda solucionar con un carné de biblioteca”. Ahora las tres han vuelto a casa, a la pequeña ciudad universitaria sonde crecieron, en parte porque acaban de descubrir que su madre padece cáncer, pero también, en realidad, porque sus vida se están desmoronando y no saben qué hacer. Ahora, cuando se tienen que enfrentar con fragilidad de sus padres y su propio abanico de decepciones y frustraciones, no saben si será posible que abriendo un libro todo se soluciones. Afortunadamente pera ella, las valiosas palabras del Bardo inglés nunca las abandonarán…

Lo que mejor define a las hermanas Andreas es la frase que se puede leer en la portada: 
“Nos queremos mucho. Lo que pasa es que no nos caemos demasiado bien.”
Habitualmente las hermanas inspiran una imagen de complicidad, ternura, comprensión y apoyo incondicional, sin hablar del amor fraternal. Sin embargo Rose, Bean y Cordy no comparten mas que recuerdos, la ternura quedó en el pasado, la comprensión se esfumó y el apoyo incondicional brilla por su ausencia. Al enterarse de que su madre padece cáncer, las tres hermanas se reencontrarán en casa de sus padres en el peor momento de sus vidas. Rose es la mayor, muy inteligente y organizada, pero con una compulsiva necesidad de ser “imprescindible” en la vida de sus padres, lo que la ha llevado a no ver más futuro que el que la pequeña ciudad universitaria de Barnwell le ofrece. Incluso si su incapacidad de cortar el vinculo con su familia implica perder al hombre que ama. Bean es la segunda, guapa, lista, una seductora nata, la más atrevida de las tres. Creció soñando con vivir en una gran ciudad y lo ha logrado, pero sus demonios la han llevado a cometer una locura que la obligará a volver a casa de sus padres para lamerse las heridas. Y por fin está Cordy, la más joven, la más mimada y consentida, cariñosa por naturaleza, pero también la más bohemia, inconstante, irresponsable, incapaz de asentarse más que unas pocas semanas en el mismo sitio. Pero la vida le regala una sorpresa que la obliga a replantearse su caminar de nómada y regresa a casa para intentar encontrar una respuesta.
Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. La voluntad no bastaba para volver valiente a Rose, honesta a Bean, sensata a Cordy. ¿Acaso nosotras, aquella triste hermandad, unidas en la misma medida por nuestros fracasos y por nuestras esperanzas, no éramos la prueba viviente de eso?
Regresan en el peor momento para el señor y la señora Andreas, ella padece un cáncer que la deja exhausta y a él sólo le quedan fuerzas para atender a su mujer, de manera que las tres hermanas tendrán que valerse por si sola en la encrucijada en la que se encuentran, además de ayudar a cuidar de su madre. Es entonces cuando van tomando consciencia de que ya no son ellas las que necesitan que las escuchen, sus padres están envejeciendo… con todo lo que eso conlleva.
“¿Qué edad tenías cuando te diste cuenta por primera vez de que tus padres eran humanos? ¿De que no eran omnipotentes? ¿De que, de hecho, lo que decían no ocurría? ¿De que tenían miedos, sentimientos y cicatrices? ¿O es que no te has dado cuenta todavía? ¿Todavía llamas a tus padres para tener una conversación unilateral con ellos, de hijo a padre, no entre adultos?
Lo primero que diría de la novela de Eleanor Brown es que ha sabido crear una etapa más de la vida de las tres hermanas Andreas, con un perfecto equilibrio de ternura, ironía y sentido del humor. La forma en la que se dirige al lector crea un vinculo, compartiendo impresiones, recuerdos y confesiones, todo en tercera persona, siempre desde el punto de vista de las hermanas, pero como si todas ellas formaran un solo narrador, incluso cuando aparecen en las escenas. No sé muy bien como explicarlo. Al principio me sorprendió porque ese tipo de narrativa suele ir en primera persona, pero aquí, la autora nos mete en la mente de cada hermana de manera conjunta, así sabemos como ven a sus hermanas, pero también sus miedos, sus inseguridades y la rivalidad inconsciente. Además aquí y allá deja caer citas de Shakespeare, citas que vienen como anillo al dedo en las circunstancias que cada una vive, o al drama que sufren los padres. El autor británico es una presencia constante en la vida de la familia Andreas, hasta tal punto que las tres hermanas llevan nombres de heroínas de Shakespeare.

Una casa llena de palabras es una novela fresca, que habla de los complejos que llegan a cegarnos. Porque pese a estar siempre discrepando, las hermanas son demasiado conscientes de las cualidades de las demás, no ven los defectos, solo las virtudes y las anhelan para ellas, sin saber que cada una es un ejemplo a seguir para las demás. Es una relación compleja y a la vez sencilla, cargada de amor sin que ellas sean conscientes de ello.
“-No, del mismo modo en que somos todas exactamente iguales. Todas queremos lo que mamá y papá. Todas queremos ser la favorita, la más querida, la estrella de nuestra propia película. Y todas queremos llegar a algo mejor que Barney, pero no lo conseguimos…”
A lo largo de la novela, sorprendentemente la primera de la autora, vemos como las tres buscan su camino y toman consciencia de la fragilidad de sus padres. Una casa llena de palabras es el proceso de dejar atrás a la hija que todas hemos sido para aprender a ser la adulta que siempre hemos anhelado, aceptando las limitaciones, dejando el nido de nuestra infancia si es necesario, o regresar cuando es el momento oportuno. 

Y yo, sencillamente, he disfrutado de cada párrafo, de principio a fin.